Estación de Atocha en 1981 — Smiley.toerist, CC BY-SA 3.0, vía Wikimedia Commons

Del 20 de noviembre de 1975, un jueves, tengo pocos recuerdos pero relativamente claros y fijos, con la nitidez de lo indeleble. Temprano por la mañana supe de la muerte de Franco, en el vestíbulo del Colegio Mayor Moncloa, de Madrid, donde residía. Era un espacio relativamene pequeño, con una puerta que te llevaba a la sala de estar y otra al oratorio, y con unos asientos decorativos pegados a la pared en los que nadie se sentaba. Rondan por mi cabeza aún portadas de periódicos de aquel día con la noticia del fallecimiento del generalísimo. Yo era entonces un estudiante del Curso de Orientación Universitaria (COU), en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid, del turno de la tarde. Llevaba poco más de un mes asentado en la capital de España.

Pronto también, dentro de aquel 20 de noviembre de 1975, supe que las clases se suspendían y que la suspensión podía durar al menos una semana. Tomé la determinación de pasar las vacaciones escolares inesperadas en mi casa, con mis padres, hermanos y amigos, en Bigastro (Alicante), mi localidad natal, en la Vega Baja del Segura, a 5 kilómetros de Orihuela.

España estaba en un momento incierto, y yo también. En noviembre de 1975 lamentaba mi decisión de haberme trasladado a Madrid a cursar el COU, para luego ingresar en la Universidad Complutense. Había cursado los seis cursos de bachillerato en el Colegio Santo Domingo de Orihuela, y lo normal habría sido que realizara allí también el COU y que luego pasara a la Universidad de Murcia o a la de Valencia. Pero no, me empeñé en que debía ser Madrid. Son de esas decisiones bastante absurdas que transforman el curso de la vida de una persona, como ocurrió en mi caso. En lugar de casarme con una chica del pueblo con la que empezaba a salir, en un entorno de vida tranquilo y apacible, resultó que unos meses después ingresaría en el Opus Dei como numerario. No digo ahora que fuera mejor o peor, simplemente que así sucedió.

La siguiente imagen mía del 20 de noviembre de 1975 es con una maleta en el Metro de Madrid, lleno a rebosar, y yo sudando la gota gorda hasta alcanzar la Estación de Atocha. Tenía la sensación de que medio mundo quería huir de Madrid. Reinaba un ambiete de urgencia colectiva. En la Estación de Atocha tomé no sé si un tren expreso (toda la noche) o un tren rápido que en cualquier caso tardaban al menos ocho horas en llegar a Murcia, con paradas en Aranjuez, Ocaña, Alcázar de San Juan, Villarrobledo, La Gineta, Albacete-Los Llanos, Chinchilla, Hellín y Cieza.

El viaje, fuera en el tipo de tren que fuera, se me hizo eterno. Y es seguro que llegué a Murcia o a Orihuela con un gran cansancio acumulado. En la estación probablemente me esperarían mis padres, pero de eso ya no me acuerdo.


Autor: José Manuel Grau Navarro
Foto: Estación de Atocha en 1981. Smiley.toerist, CC BY-SA 3.0, vía Wikimedia Commons
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Categoría: Sociedad
Etiquetas: Memorias, Madrid, Colegio Mayor Moncloa, Bigastro, Opus Dei